miércoles, 26 de enero de 2011

IMPOSIBLE BEATIFICAR A JUAN PABLO II


I

LAS DOS IGLESIAS Y LAS CANONIZACIONES.

Jesucristo Nuestro Señor no predicó lo mismo que Buda. Menos aún lo mismo que Mahoma, el que siendo 600 años posterior se plagió, distorsionándolo, parte del Evangelio; sustrayendo de su esencia y añadiendo diferencias radicales e incompatibles con la predicación de Jesús.

Menos confusión aún debería haber con la predicación de los judíos, ya que el tema del Evangelio es precisamente la condena que hace Jesús de sus enseñanzas. Ya habían traicionado a Moisés adaptando a su conveniencia, caprichos y vicios, los mandatos divinos; y tomaron el camino del deicidio para finiquitar su rechazo al Evangelio.

Añadamos que terminaron con el Talmud de Babilonia enteramente dentro del satanismo en cumplimiento profético de Apocalipsis 2:9 y 3:9.

( El Talmud de Babilonia se puede consultar en inglés en: www.comeandhear.com )



Estas diferencias en la doctrina marcan la centralidad de Juan Pablo II en Asís
--como máximo exponente del modernismo del Concilio Vaticano II-- 
tratando de borrarlas1.



La verdadera Iglesia Católica, única fundada por Jesucristo y contrapuesta a la Conciliar, se empeñaba, por tanto, en señalar, precisar y remarcar las diferencias. Lo contrario, como es obvio, a borrarlas. NO PODíA PROPONERSE ANTAÑO ALGO MÁS ESCANDALOSO QUE EQUIPARAR LAS RELIGIONES POR LO QUE PUDIERAN TENER EN COMÚN, cuando el camino de la diferenciación y el distanciamiento ES EL ÚNICO COMPATIBLE CON HONRAR A CRISTO. No se honra a Dios trayéndole competidores. No se sirve al Evangelio añadiéndole herejías. Se blasfema a Dios colocando un Buda sobre su altar, pero no sin que todos los anatemas bíblicos contra los idólatras caigan sobre el infractor. Eso fue lo que cayó sobre Juan Pablo II en Asís, cuando colocando a un Buda sobre el altar para hacerle reverencias equiparó a Buda con Cristo; marcando así, en definitiva, el abismo insalvable entre un papa de Roma, y el representante del Anticristo en Roma.

Pero Asís no era el principio sino el término de lo que se introdujera desde el Concilio Vaticano II como "acercamientos pastorales", que por respeto a las creencias de los demás iban compendiados con la negativa a misionar y convertir a la Iglesia Salvífica a las ovejas perdidas de corral ajeno. La nueva iglesia vaticana, entregada a los respetos humanos hasta la idolatría del hombre solo promovía el ecumenismo; el colocar "bajo un solo techo" a la fauna más variada del "hombre" sin ciencia ni conciencia de su peligrosidad. Y más tarde, abiertamente ya en los años sesentas y setentas proponiendo descaradamente "la desacralización" de la Iglesia. Y esta desacralización se volcaba, como es natural, sobre la liturgia.

La nueva iglesia atentaba a partir de la misa sobre la figura de Cristo mismo y de la singularidad unívoca del Evangelio, lo que nos lleva a Lutero y demás figuras de la Reforma Protestante. La predicación luterana iba dirigida contra la literalidad de la S. Escritura.

Bajo la bandera de la libre interpretación de lo escrito contra la autoridad central del papado se promovió contra lo sagrado lo adulterado. Sagradas son las palabras de Jesucristo: La Escritura no puede fallar. (Juan 10:35). La interpretación por tanto, no siendo ya la escritura misma, si puede fallar.

Lutero se fue encima de la palabra misma para añadir "únicamente" a por la fe; proclamando así la fe sin obras. Y por vía de resta quitó a la Biblia seis libros. Ante reformas tan descaradas, la Iglesia desde Trento, y conforme a la norma fija de la Iglesia desde Cristo, ENFATIZÓ LAS DIFERENCIAS en vez de reducirlas. Las monumentaba en vez de empequeñecerlas condenando a los herejes en vez de asociarse a ellos bajo el título de "hermanos separados". No se puede mantener la división de doctrinas dentro del concubinato de las familiaridades humanas. O se exaltan las diferencias doctrinales a costa de las familiaridades, o se unen por la tibieza en un mestizaje cultural a expensas de la doctrina. Con Dios o contra Dios es disyuntiva que se sepulta en la religión del hombre. De nuevo aparecen las diferencias irreconciliables entre la Iglesia de Roma antaño Cristiana, y la Iglesia del Anticristo. Lo anunciado en La Salette por la Santísima Virgen.

La Iglesia de antaño no estaba eligiendo ser única e inconfundible. ERA única e inconfundible PORQUE CRISTO-DIOS, SU DUEÑO Y SEÑOR, ES UNO E INCONFUNDIBLE. La Iglesia modernista es plural y confundible porque ha abandonado a Cristo conservando de Él únicamente el nombre.

Sin la conducta diferenciante, y tajantemente discriminante, SE PIERDE LA IDENTIDAD Y LA PERTENENCIA AL DIOS ÚNICO, y la Iglesia deja de serlo no ya para convertirse en una secta más; sino para dejar de ser religión en sentido alguno. Hasta los sacerdotes de Baal, hasta los testigos de Jehová dicen que fuera de su secta no hay salvación. Solo queda una que, al haber dejado de predicar su exclusividad dejó de predicar igualmente su necesidad, porque ya ni a secta llega: la "iglesia" posconciliar del Vaticano II.

Viendo así la abominación de la desolación instalada en el lugar santo NO QUEDA DUDA. Y los escándalos encuentran su explicación en las profecías: «Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida en el Lugar Santo (el que lea, que entienda), (Mateo 24:15). Y: "Roma apostatará de la fe y se convertirá en la sede del Anticristo: la Iglesia quedará eclipsada." (La Salette).


II

LA DOCTRINA LO ES TODO.


El Evangelio que destaca a Cristo sobre todo y sobre todos es Cristo mismo; Cristo en su Palabra. El omnisapiente y omnipotente dueño y Señor de todo lo creado.

¿Cómo es posible entonces, señores obispos todos, que no sepan distinguir2 como contrapuestas la Iglesia que exalta sobre todos a Cristo, con la Posconciliar que asemeja en dignidad a aquellas que anteponen a Buda, a Mahoma y al satánico Talmud; y que iguala como hermanos separados a los más efectivos enemigos de la misa y de sus dogmas? La caridad que nos obliga a corregir al hermano nos impone, igualmente, ante el rechazo a la plenitud del Evangelio, a condenar la rebeldía en honor a la verdad. No por el errado, sino por el error. Sin anteponer con firmeza la verdad no puede haber caridad hacia el errado.

Es evidente por ello, que El Concilio Vaticano II destruye de raíz la fe católica e inventa una nueva "religión". "Religión de condenación universal dada su contraposición absoluta a la religión salvífica de la fe católica. Su más consumado exponente, Juan Pablo II, no deja lugar a dudas. Tres encíclicas le servirán para dar a conocer su "evangelio personal" al mundo: Redemptor Hominis; Dives in Misericordia y Dominum et Vivificantem. Encíclicas que no son católicas. En ninguna de las tres se encuentra el Infierno mentado; en ninguna de las tres se menciona al purgatorio; en ninguna de las tres, por tanto, se reconoce a Dios como un Dios Remunerador.

Que la justicia sea el honor de Dios es algo que Juan Pablo II pasa por entero por alto. De los tres enemigos del alma que son el Demonio, el mundo, y la carne, en la primera de ellas el Demonio ni figura; el mundo es el problema que la O.N.U. puede resolver mejor que la Iglesia; y sobre la carne, también en la primera, llamada "El Redentor del Hombre", fuera del obligado "y El Verbo se hizo carne" solo hay otra mención: "Entendemos y tratamos de profundizar cada vez más el lenguaje de esta verdad que el Redentor del hombre ha encerrado en la frase: «El Espíritu es el que da vida, la carne no aprovecha para nada». Estas palabras, no obstante las apariencias, expresan la más alta afirmación del hombre: la afirmación del cuerpo, al que vivifica el espíritu". Lo que ciertamente libera a la carne de la acusación de ser enemiga del alma sin librarla de la pederastia. Y estamos hablando de su primera encíclica papal fechada el primer trimestre de 1979.

Contrariamente a lo que fuera de esperarse de un vicario de Cristo, hayamos en ella afirmaciones tan criminales desde el punto de vista religioso como las que siguen: Bajo 14, "Todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre": Este hombre es el camino de la Iglesia, camino que conduce en cierto modo al origen de todos aquellos caminos por los que debe caminar la Iglesia, porque el hombre --todo hombre sin excepción alguna-- ha sido redimido por Cristo, porque con el hombre --cada hombre sin excepción alguna-- se ha unido Cristo de algún modo, incluso cuando ese hombre no es consciente de ello, «Cristo, muerto y resucitado por todos, da siempre al hombre» --a todo hombre y a todos los hombres-- «... su luz y su fuerza para que pueda responder a su máxima vocación».

Y el problema no está, obviamente, tanto en lo que Cristo da sino en lo que el "papa" niega: Niega que el camino de la Iglesia sea ÚNICAMENTE el camino hacia Dios. Al negar esto, sustituyéndolo por: "Este hombre es el camino de la Iglesia", el Buda ya puede colocarse blasfemia de por medio para nosotros, PERO NO PARA LA IGLESIA POSCONCILIAR sobre el altar en el lugar de Cristo.

Y CANONIZAR POR ELLO A JUAN PABLO II

Cristo vs. Anticristo en evidencia incontestable. Ahora en las canonizaciones.

III

LAS CANONIZACIONES DEL ANTICRISTO

La beatificación de Juan Pablo II en vista a lo anterior no es un problema más. Es el problema más álgido que haya suscitado una autoridad eclesial en toda la historia de la Iglesia. Es, ni más ni menos, que la pretendida santidad de un "papa" que llamaba mentiroso a Cristo. Lo hizo negando la realidad del Infierno contra Cristo que lo afirma más allá de toda duda en el Evangelio. Lo niega apelando a la doctrina del salvacionismo universal. Lo niega en las tres encíclicas en que pretendiendo agotar el tema por abarcar a la Santísima Trinidad en tres encíclicas dedicadas a las Tres Divinas Personas, se erige contra el Dios verdadero, se rebela luciferinamente contra el Dios Remunerador. Lo rebaja al nivel del hombre injusto para servir a la "religión del hombre".

Juan Pablo II, al fabricarse un "dios" no remunerador de los crímenes del hombre -que ya lo mismo puede ser un Buda- puede colocar a este y a cualquier otro sobre el altar.

Acuciado sin embargo por no poder dejar fuera el dogma sobre el Infierno del catecismo, niega que el Infierno sea un lugar. Su sucesor empeñado en canonizarle niega que el Purgatorio sea un lugar. SI NO SON LUGARES NO HAY FORMA DE LLEGAR A ELLOS, y por consiguiente, NADIE PUEDE ESTAR EN ELLOS. Con este subterfugio se afirma la apocatástasis. ¿Quién puede pretender el poder para abajar a Dios al nivel del hombre, y de un Buda, sino quien se auto proclama más dios que el verdadero Dios?

La blasfemia rebasa lo creíble, y no sería creíble de no constar de su puño y letra en las tres encíclicas mencionadas como lo profetizó San Pablo para los últimos tiempos: "Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición, el Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios". (II Tesalonicenses 2:3-4 Y en La Salette).

Lo señalado de manera concisa sobre Asís y la doctrina del salvacionismo universal ha sido desarrollado de manera amplia por el P. Johannes Dörmann, teólogo alemán, en tres volúmenes dedicados individualmente a cada una de las encíclicas. Traducidas al inglés, es llamada "Trilogía Trinitaria" por estar dedicada cada una de las encíclicas a cada una de las Tres divinas Personas. ("Pope John Paul II's THEOLOGICAL JOURNEY to the PRAYER MEETING of RELIGIONS IN ASSISI" Part II, volumes 1, 2, 3: "The Trinitarian Trilogy": Redemptor Hominis, Dives in Misericordia, Dominum et Vivificantem. Angelus Press. Kansas City Missouri. U.S.A.)

IV

LAS CONSECUENCIAS DE LA HEREJIA

Sin Dios Remunerador no hay justicia posible, y el hombre deja de serlo para ser sólo una bestia.

Cuando en frase inmemorial se ha dicho esto: "el hombre sin la religión y sin la ley no es más que una bestia", la humanidad en general no había sido expuesta, todavía, a leyes bestiales. El aborto feticida, los putinomios instituidos, la eutanasia integrada a programas gubernamentales Etc., dejan nada que desear al que completaba que: "el hombre es el lobo del hombre, punto". Y mientras que "la ley" queda objetivamente fuera de la esperanza por los abortos legalizados, el Vaticano se empeña en quitar también "la religión", ya que sin Dios Remunerador y Justiciero, nada queda en hombre alguno como freno a sus instintos que valga, a su sadismo que lo aplaque, y a su ambición para impedir que la idolatría del yo lo venza.

En países como México es al día de hoy, paciente de hemorragias de violencia, debemos apuntar con el dedo hacia el Vaticano que tiene prohibido predicar el Infierno. La violencia que padecemos, en el número de sus víctimas, es el único milagro que no se puede negar a Juan Pablo II.

¿No deberíamos contar el número de muertos por la violencia como sus milagros?

1. Y en eso de borrar diferencias, no siendo posible que la pederastia fuera bien vista como lo es en el Talmud de los judíos por la Iglesia de Jesucristo para quien es inadmisible; súbitamente brotó "una epidemia" de curas pederastas bajo Juan Pablo II.
2. Véase:http://perfidiaconciliar.blogspot.com/2009/06/vaticano-ii-la-traicion-y-las-profecias.html