Breve apunte sobre un artículo de M. Richard Williamson ante la ya inocultable traición.
Domingo 27 mayo 2012
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ELEISON CCLIV
Dice M. Williamson:
“Libros enteros han sido escritos sobre el tema de
la libertad religiosa como la enseña el Concilio Vaticano II en su Declaración
de 1965, Dignitatis Humanae. No obstante, la enseñanza revolucionaria
de ese documento es clara: dada la dignidad natural de cada ser humano, ningún
estado ni grupo social ni poder humano alguno puede obligar o forzar a hombre o
grupo de hombres a actuar, en privado o en público, en contra de sus propias
creencias religiosas, siempre y cuando se observe el orden público (DH # 2).
“Por el contrario, la Iglesia Católica siempre
enseñó, hasta el Concilio Vaticano II, que todo Estado en cuanto tal tiene el
derecho y aun el deber de impedir coercitivamente a sus ciudadanos de practicar
públicamente cualquiera de sus falsas religiones, id est, todas las religiones no católicas, en tanto que tal
imposición sea útil y no perjudicial para la salvación de las almas...
Estos dos párrafos retratan una situación correctamente
descrita como revolucionaria por el obispo, el cual, como obispo, enfatiza que
la salvación de las almas es lo propio de la Iglesia; y que cualquier criterio
contrario es devastador de su naturaleza misma.
Para ello conviene analizar si el documento conciliar Dignitatis
Humanae que parte del concepto de
lo que es la dignidad humana para predicar lo correspondiente es válido; o, si
por el contrario, es fraudulento como en el fondo denuncia M. Williamson.
Veamos: