Embrutecer al hombre, destruyendo así la imagen de Dios en él. |
Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza. (Génesis 1:26).
Una sola frase de insuperable elocuencia nos da la medida del hombre, insuperable, al grado de provocar la mayor envidia y consiguiente rebeldía del primer racista de la historia: "Luzbel"; tras su revuelta: "Satanás," o el adversario.
La imagen y semejanza nos hablan ya de una inteligencia capaz de entender y de comunicarse con la Inteligencia Infinita que nos creó, primera prueba de la paternidad de Dios refrendada por Jesucristo en el Evangelio:
Y no tengáis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. (Mat 23:9)
Esa perfección hacía invulnerable al hombre
El plan del Diablo exigía, por tanto, crear en el hombre un "talón de Aquiles," una imperfección, una herida por la cual pudiera vaciar al hombre de todas sus perfecciones.