jueves, 25 de junio de 2009

El Zaguán del Diablo


Hay una puerta abierta por la que transitan todos los diablos, y mientras no se cierre los males del mundo seguirán en aumento. El sexto mandamiento lo cerró, la falsa ciencia lo hizo incomprensible. El sexto mandamiento "no fornicarás" como continuación del quinto, "No matarás", responsabiliza al uso de la sexualidad en terrenos de vida y muerte.

Muchos sostienen hoy día que hay un plazo entre el acto sexual y la concepción dentro del cual no puede causarse mal alguno a nadie. Esto sería, de ser cierto, un período apto para el libertinaje sin consecuencias. Un plazo que dejaría al 6º Mandamiento en capricho incomprensible, y a todo ordenamiento para la castidad en oscurantismo malévolo. Se pretende extender el plazo para justificar el aborto y el argumento es el mismo "nadie resulta dañado". Sin embargo, como veremos, este plazo es absolutamente inexistente porque la vida humana lo ocupa por entero, y basta con negar esto para abrir el portal del Diablo.

Un silogismo basta para probarlo:

M: Sólo puede destruirse lo que existe.
m: Los que esto lean pudieron ser muertos con anticonceptivos.
C: Los que esto lean estaban ya, por tanto, en el acto sexual de sus padres.

Los que esto lean al igual que todos los vivientes, puesto que el principio de la vida es el acto sexual. Y siendo el principio, es a partir de él que se puede cometer homicidio. Homicidio en el terreno penal civil, NO en un supuesto terreno clerical.

Los códigos penales de México y del mundo definen el homicidio como "privar de la vida a otro" para lo cual es tan eficaz un anticonceptivo como una pistola.

Y esto es indudable por el hecho de que el tiempo es un continuo unidireccional: Tan completo está el hombre en cuanto individuo a partir del primer instante de su existir que un simple condón puede destruirlo todo; repito con énfasis, todo lo que será a los cinco, a los veinte, a los cien años de edad. TODO.

La única diferencia en cada etapa, y la igualdad de todas ellas en su relevancia para la moral y el derecho la explica esta gran tesis tomista: "El acto y la potencia dividen al ser; de manera que lo que no es acto puro (Dios), será necesariamente mezcla de acto y potencia".

Sólo dos cosas dividen al ser creado. Este es el poderío del pensamiento abstracto, capaz de mayor abstracción que las matemáticas y que condujo a los grandes físicos del siglo XX a descubrir a los grandes teólogos medievales como los pensadores más grandes de todos los tiempos. Expliquemos ambos conceptos con un ejemplo:

Juan se acaba de doctorar en física. Después de siete años de estudio y especialización es hoy, actualmente, físico experimental especialista en aceleradores de partículas. Esto es lo que Juan es en acto. Pero siete años atrás era un físico en potencia. Su otra pasión como radioaficionado lo incitaba a especializarse en ingeniería electrónica, lo que se reforzaba por su afición a las computadoras. No menor era su afición a los autos de carreras, y con ella su vocación a ser ingeniero mecánico automotriz. Su amor a los perros lo había llevado a considerar la veterinaria.

Este físico a quien hemos llamado Juan fue un ingeniero electrónico en potencia, un ingeniero mecánico en potencia, un veterinario en potencia y un físico en potencia. Pero ya no. Hoy es lo que es, un físico de hecho, en acto. La potencia, por consiguiente es lo que terminamos por actualizar o por desperdiciar. Es siempre más amplia "potencialmente" que la parte que "actualizamos" en una sola profesión. Si fuéramos más atrás, Juan "pudo" ser misionero en África en vez de casarse, y hasta "pudo" haber muerto accidentado corriendo automóviles como gustaba de hacer. Pero que sólo sea físico no quita un ápice a la potencia que tuvo siempre a su alcance como propia y real para variar su destino. Ambas cosas, acto y potencia, tuvieron que ser absolutamente reales para que Juan sea lo que eligió ser pudiendo haber sido otra cosa.

De la misma manera que constatamos que la potencia es mayor al principio, constatamos que lo actual se ha reducido en el intercambio de potencialidad (varias profesiones) a una sola, pero también constatamos la ganancia del preparatoriano al quedar doctorado en la actualidad. Pero sobre todo observamos que se trata de un intercambio y no de una creación ex-nihlo. En otras palabras: el acto requiere haber partido de potencia real. Juan no pudo jamás haber sido Supermán, lagartija o un ángel. La potencia y el acto se relacionan en una naturaleza, la humana; y en correspondencia personal única entre ambas, ya que tampoco podría haber sido artista o actor porque eso no estaba en su potencial.

Lo interesante es que el principio del intervalo vital, a partir del cual se puede cometer homicidio contra cualquier individuo, se señala por ser tan grande en su potencia como ínfimo en su actualidad. Infíma actualidad que lo hace despreciable a los ignorantes que no perciben su potencia. Potencia que en este punto es máxima.

Estábamos por tanto completos por el acto sexual de nuestros padres: 99.99999% potencia, y 0.00001 acto. El error de los que denigran la potencia para usar anticonceptivos está claramente evidenciado por su desconocimiento de la potencia como integrante fundamental de la persona, tan real, que no ha requerido de más de un silogismo para constatarlo, ni de mayor razonamiento que el propuesto: "El acto y la potencia dividen al ser; de manera que lo que no es acto puro (Dios), será necesariamente mezcla de acto y potencia".

La mezcla de acto y potencia es la que está completa al 100% en todo momento, sea la propuesta inmediatamente arriba, sea la de la madurez al 50-50%, sea la del enfermo terminal al 0.00001 potencia 99.99999% en acto terminal. Completa, ya que ambas proporciones solo se intercambian porcentualmente, y lamentablemente en muchos casos también se desperdician. Ya estábamos ahí, en el acto sexual, y estábamos completos como personas. Ser persona no exige de determinada conciencia: un hombre inconsciente no deja de ser persona. No se refiere al tamaño, peso, o edad del individuo. Se refiere sólo a proceder sexualmente de humanos. Ese proceder de hombre y mujer es lo que lo hace humano sin necesidad de más averiguaciones.

Esto es lo que hace que el homicidio por condones sea real.

Que el individuo en esa etapa era casi pura potencia, si. Precisamente por eso, porque lo que destruye el homicidio, todo homicidio es la potencia, porque la potencia es también la vida. De haber sido asesinado hasta después de su graduación, es igualmente la potencia lo que se habría destruido junto con el acto, la potencia necesaria para llevarlo al día siguiente: Hubiera alcanzado un Premio Nobel nuestro físico. . . Hubiera engendrado otro hijo. . . Etc.

"El acto y la potencia dividen al ser..." Dividieron al mismo ser cuyo cadáver contemplamos o al que jamás contemplaremos por haberlo privado de la casi totalidad de su vida. La ausencia de sangre sobre el tapete no minimiza el homicidio, lo agranda. Privar de más vida con un condón es más condenable que privar de menos vida cuando lo que se tutela, penal y moralmente es la vida.

Y como la vida es una, el delito de homicidio también es uno. El ridículo legislativo en cuestión de anticonceptivos y aborto ha consistido en negar, precisamente, la suma al 100% en todo momento del acto con su potencia.

La vida comienza por definición donde el acto es mínimo por ser la potencia máxima; y tan grande es la potencia en el acto sexual que no se ha definido ni el sexo mismo, ni la estatura final, nada. Todo está en vías de precisarse. Cientos de millones de espermatozoides van a la caza del óvulo, donde ni el óvulo está con certeza ahí. Igualmente puede no darse el cigoto como puede el cigoto no llegar a embrión; como puede el embrión no llegar a feto, o el feto a niño, o el niño de un año no cumplir los dos. Pero el proceso es automático y toda interrupción del mismo es mortal. El problema, por tanto, no puede referirse a que no se haya alcanzado una etapa por mínima que sea, sino a que estando todo momento completo al 100% por suma del acto con su potencia, cualquier interrupción intencional del proceso debe ser considerada homicida, porque si todos los vivientes provenimos del acto sexual mientras menos constatable sea el atentado más necesaria resulta su penalización compensatoria: Todo anticonceptivo es un arma homicida al igual que el aborto, y el delito es homicidio con todos sus agravantes y no aborto; ya que el 100% del individuo compuesto necesariamente de acto y potencia es la realidad de referencia suprema en moral y en derecho a todo momento del existir humano.

El momento de la concepción en el terreno constitucional:

Artículo 1º: En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las garantías que otorga esta Constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los casos y con las condiciones que ella misma establece.

El individuo ha quedado definido y está completo en la suma de acto y potencia como quedó precisado y confirmado por el primer silogismo arriba.

Adicionalmente, y para determinar el momento de la concepción por su relevancia jurídica:

M: Se está (existe), sólo a partir del momento de la concepción.
m: Todos ustedes estaban ya en el acto sexual de sus padres.
C: El acto sexual de sus padres fue el momento de su concepción.

A partir del momento de la concepción que es el acto sexual que lo engendra, el individuo no altera su suma al 100% por sus transferencias de lo potencial a lo actual ni con el cigoto, ni con el embrión, ni con su certificado de primaria ni con su título profesional: porque no hay forma de que lo haga. Puede por desperdicio disminuirse el individuo en cuanto tal, pero aún así subsiste la suma al 100% de un individuo disminuido, y con ello queda esta diferencia; no es lo mismo que él desperdicie, a que lo desperdicie matándolo usted que es a lo que se refiere el delito de homicidio.

Y el zaguán del Diablo es el período entre el acto sexual y cualquier momento posterior que oficialmente se elija, siendo el día de hoy para unos el período entre el acto sexual y el cigoto; y para otros entre el acto sexual y las doce semanas de gestación. Más grande o más chico el zaguán, es suficiente para que quepan todos los diablos. De ahí la obligación de los penalistas, de las autoridades civiles y religiosas de proclamar y penalizar estos hechos.

Los hechos rigen en todo momento: Rigen confirmando o invirtiendo el orden individual y social. Valorar unos minutos de placer sobre una vida humana por anticonceptivos no difiere mucho en valoración donde el violador mata a la violada, o de que se use de la violación como disculpa para generalizar feticidios hasta el genocidio. La pervertida mente criminal no podrá detenerse después en sus inversiones valorativas ni ante la criminalidad generalizada, ni esta ante la revolución; hasta dar con la guerra nuclear.

Lo estamos viviendo ya en todas partes: Es esta inversión de valores la que no se ha condenado ni perseguido en sus orígenes sexuales la que se ha extendido a todas las esferas. Por todos lados vemos que vale más un peso que la dignidad del prójimo, el placer sexual o de drogas, o de bienes materiales que la libertad o la dignidad, o que la propiedad ajena. Toda inversión de valores como se da en los anticonceptivos que anteponen el placer a la vida valorando así lo ínfimo sobre lo más sagrado toma la delantera. Es lo que llamamos el mal, y promover esa inversión como revolución es el oficio de los demonios.

Demonios entrando todos, con sus inversiones valorativas, por el zaguán del Diablo.

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